El ENARD visitó las localidades de Yerba Buena, en San Miguel de Tucumán y Santa Cruz, en Tafí del Valle, para vivenciar el desarrollo de la Evaluación de Aptitud Física. El entusiasmo de los chicos coronó los hermosos paisajes de la provincia.
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Tucumán no para. Motivado por encontrar entre los suyos a los futuros atletas olímpicos, recorre todos los rincones de la provincia para brindar a los jóvenes la oportunidad de participar de la Evaluación de Aptitud Física. Es por eso que viajamos allí, para presenciar en primera persona el desafío que asumieron los tucumanos al formar parte de este proyecto que ya recorre todo el territorio nacional.
Por la mañana visitamos el Tucumán Rugby Club, ubicado en la localidad de Yerba Buena, a 12 km. de San Miguel. Desde muy temprano, los evaluadores Leonardo Ariel Cano, Marco Flavio Rodríguez, Adrián Gabriel Roncaglia y Luis Trejo, acompañados por cinco testeadores, prepararon varias estaciones para llevar a cabo las diferentes etapas de la prueba: peso, talla, saltar, alcanzar, flexo-extensión de brazos y velocidad.
Pronto las gradas de la cancha de hockey se llenaron de mochilas y bolsos deportivos. Planilla en mano, alrededor de 250 chicos nacidos en los años 2000 y 2001 del Colegio Boisdron, De Los Cerros, Pucará, San Patricio y Pablo Apostol, iban y venían, miraban todo, ansiosos por participar.
En la cancha de tenis, un grupo de varones esperaba detrás de la red que los evaluadores los llamaran por su nombre. Entre risas y un poco de timidez, se acercaban y aquellos grandes saltadores se llevaban los aplausos. Comparaban sus marcas y discutían sobre los deportes que habían elegido como sus favoritos. El fútbol ganó por goleada, y predominaban los deportes en equipo, pero también aparecieron los de precisión. Un chico eligió el tiro con arco “que ya lo practico” y otro señaló el tiro “pero con escopeta, eh?”.
Camino a la cancha de hockey, las chicas charlaban sobre su peor pesadilla: las flexo-extensiones de brazo. “¡A mí no me va a salir ninguna!”, “Yo no tengo nada de fuerza”, eran las frases más escuchadas. Aun así, luego de ver la demostración del profe sobre la técnica correcta para hacerlas, armaban grupos de cuatro o cinco y practicaban entre risas, mientras esperaban su turno. También le temían a la balanza, por lo que las testeadoras hacían malabares para registrar el peso y al mismo tiempo ocultarlo de las miradas curiosas.
Los jóvenes se apoderaron de todos los rincones del club. Con una organización envidiable, los evaluadores manejaban al enorme grupo de chicos repartidos en las diferentes postas. En la carrera de 50 metros, algunos corrieron por debajo de los 7 segundos, ganándose así la felicitación de los profes.
En la punta opuesta de la cancha, las chicas armaban un círculo hermético a prueba de miradas masculinas para realizar el ejercicio de fuerza de brazos. Entre zapatillas de todos colores apenas se podía espiar lo que sucedía adentro de la ronda.
Un poco más lejos, dos chicas se esforzaban para alcanzar la rama de un árbol. Ensayaban para la prueba de salto. Nos contaron que fuera de la escuela practican handball y equitación, ambos contemplados dentro del programa de los Juegos Olímpicos de la Juventud.
“La convocatoria de hoy es increíble, pero ayer pasó algo similar. Con la diferencia de que eran chicos de escuelas públicas y fue muy emocionante ver su reacción cuando llegaron. Nunca habían pisado una cancha de hockey, y les extrañó que tuviese arena”, contaba el evaluador Marco Rodríguez, quien destacó la enorme predisposición del Tucumán Rubgy Club para ofrecer sus instalaciones para la realización de las pruebas.
Antes de partir, repasamos en el mapa el camino que nos llevaría a Tafi del Valle y escuchamos con atención los consejos de los evaluadores. Deberíamos tomar la ruta provincial N°301 con dirección a Famaillá y luego la N°307. “Tengan cuidado cuando lleguen a El Indio. El camino se vuelve más estrecho y resbaloso. En las curvas muy cerradas usen la bocina, porque hay muchos camiones de carga que, acostumbrados a recorrer el mismo camino todos los días, van a mucha velocidad”, nos advirtieron.
Pronto desapareció el ruido de la ciudad y el paisaje se tiñó del verde intenso de los cerros. El camino era tan sinuoso como espectacular, pero nadie nos había advertido sobre el piquete de vacas y burros que frenó nuestra marcha en dos ocasiones. Por suerte los animales lentamente despejaron la ruta, no sin antes mostrar su mirada desafiante y un poco asustada, la misma que llevábamos nosotros.
Luego de casi dos horas, a 2000 metros de altura sobre el nivel del mar, apareció el valle en toda su extensión. A los costados, los picos de los cerros se escondían entre las nubes, y de frente comenzaban a aparecer las casas coloridas, los cactus altísimos, y los puestos que ofrecían quesos y salames regionales. Superada la tentación inicial de fotografiar absolutamente todo a nuestro alrededor, nos concentramos en disfrutar del auténtico paisaje tucumano.
Atravesamos Tafí y seguimos hasta llegar a la localidad de Santa Cruz. A pesar del rápido descenso de temperatura, la secretaria de la Escuela Agrotécnica E.M.E.T.A., Amalia Romano, y el evaluador Manuel Elías nos recibieron con unas empanadas deliciosas para almorzar y se sumó la Asesora Pedagógica Marta Fernández. Charlamos sobre los detalles del Plan Operativo del ENARD para conformar el equipo olímpico argentino que nos representará en los Juegos de Buenos Aires 2018. Ellos se permitieron soñar con la posibilidad de que alguno de ellos sea de Tafí del Valle, y a juzgar por los jóvenes que vimos participar de la prueba, nosotros también.
A causa del frío, el evaluador preparó los elementos de la prueba dentro de un aula, donde todos los pupitres descansaban a un costado. La carrera de 50 mts. quedaría pendiente para otro día. Un grupo de 35 chicos se refugiaba en el patio interno y pasaban de a tres por vez, callados, tímidos, cada uno con su planilla en mano. Mientras tanto, los demás espiaban a través de la puerta.
Claudia y Víctor fueron unos de los primeros en entrar. Claudia me confesó en voz baja que no se animaba a las flexiones de brazo, que no creía poder hacer más de una. El profe tomó su peso, altura, salto y alcance, y cuando llegó el momento, sacó sus manos de los bolsillos, se acomodó en el piso e hizo once. Víctor no podía ser menos y logró llegar a 21, de esta manera estableció la marca que sus compañeros varones deberían superar.
Un rato después entró Francisco, quien sobresalía por su altura. De pronto saltó y su alcance casi excede la marca de 3.10 mts. que marcaba la regla azul en la pared. Manuel, el evaluador, se quedó perplejo. “A ver, saltá de nuevo”, le dijo, para asegurarse que no había sido pura casualidad. Francisco tomo impulso y saltó nuevamente, sus dedos tocaron 5 cm. antes del final de la regla.
Con su campera aún puesta y sus pantalones de jean se acomodó en el piso para las fuerza de brazo. Llegó a las 15 con igual intensidad que la primera y Manuel no tardó en alentarlo: “Más, más, dale, dame 10 más”. Todos los que estábamos en el aula conteníamos la respiración hasta que Francisco llegó a las 33 y recién ahí se frenó. Se sentó en uno de los bancos del aula y ni siquiera se mostró agitado. Nos contó que le gusta el rugby, las pesas y el boxeo, pero que no practica ninguno de ellos.
Cuando terminaron las evaluaciones y mientras los chicos esperaban al costado de la ruta por el colectivo que los acercaría a su casa, Amalia nos llevó a recorrer el enorme terreno de la escuela, que se extiende más allá de la vista. Nos contó que por ser una escuela agrotécnica, los chicos cursan 7 años de secundaria, ya que a la currícula normal se le agregan los talleres tecnológicos donde los jóvenes aprenden a sembrar, a cosechar, a usar las diferentes herramientas del campo, a trabajar con los animales, entre otras cosas. El año pasado recolectaron más de 250 bolsas de manzanas, y también cosechan frutos rojos y duraznos, con los cuales prepararan dulces.
Cuando estábamos volviendo notamos un tractor con ruedas de tamaño desproporcionado, ubicado de manera experta en un espacio reducido, rodeado por columnas. Quien logró ponerlo allí debe tener mucha precisión.“Lo estacionó un alumno”, dice Amalia, resaltando el talento de sus alumnos.
Llegó el colectivo, nos despedimos de Amalia y Manuel y emprendemos el camino de regreso al aeropuerto. En una jornada intensa compartimos con los jóvenes tucumanos el entusiasmo de ser parte de este enorme proyecto. Estamos en la búsqueda de talentos deportivos extraordinarios, y en el camino nos encontramos con gente del mismo calibre.